Hay asesinos ruidosos y asesinos silenciosos.
Los dos matan, pero tendemos a temer más a los primeros que a los
segundos. Ciñéndonos al tema del humo, hay un asesino ruidoso, el
tabaco, al que es muy fácil acusar del cáncer de un paciente cuando éste
se realiza un chequeo y confiesa ser fumador. Pero hay mucha gente que muere del humo de los coches que contaminan el aire que respiramos, y ningún médico alude a él al detectar un tumor en el pulmón de un paciente con hábitos saludables, puesto que no es posible establecer una relación causa efecto evidente. Pues bien, con el humo de las cocinas pasa algo parecido.
El humo que desprenden las cocinas alimentadas por carbón, estiércol o madera es, según un informe de la Organización Mundial de la Salud difundido por EFE, el quinto factor de riesgo para la salud en los países subdesarrollados y en vías de desarrollo, y mata cada año a dos millones de personas. Las mata silenciosamente, de la misma forma que acarrea infinidad de enfermedades crónicas respiratorias y cardiovasculares sin que nadie sospeche de él, o sin que nadie le mire mal.
Ante esta brutal realidad, se ha ha puesto en marcha una campaña de concienciación, recaudación de fondos y erradicación de las “cocinas deficientes”, amparada por una asociación que se hace llamar Global Alliance for Clean CookstovesHumo (Alianza
Global de Cocinas Limpias), y que cuenta con el apoyo de organizaciones
como la ONU, personalidades como Hilary Clinton, celebridades como
Julia Roberts, chefs de cocina como José Andrés, además de multitud de
gobiernos, empresas privadas, ONG’s, etc. La fecha fijada para conseguir que cien millones de hogares de todo el mundo sustituyan sus “cocinas asesinas” por otras limpias, es el año 2020.
Difícil reto, teniendo en cuenta sobre todo el difícil acceso que
muchos tienen a los llamados “combustibles limpios”, por falta de
infraestructuras.
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