El Pais 8 Oct 2013
El Banco Mundial y las Naciones Unidas
están convencidos de que África puede convertirse en el gran granero
que alimente al resto del planeta. Sin embargo, hay voces que alertan de
que ello podría tener implicaciones negativas para la seguridad
alimentaria de la propia población africana. La pregunta que suena cada
vez más en determinados círculos políticos y económicos es: ¿debe vender
cantidades masivas de alimentos una región donde el hambre y la escasez siguen presentes?
El continente africano, y en particular el África subsahariana, es
una zona de amplios contrastes. Mientras la sequía extrema y el hambre
golpean a países como Namibia, un reciente trabajo de la Fundación Mo Ibrahim,
que promueve el buen gobierno en la región, destaca que de los 15
países del planeta donde más ha crecido la producción agrícola entre
2000 y 2008, siete son africanos: Angola (13,6%), Guinea (9,9%), Eritrea
(9,3%), Mozambique (7,8%), Nigeria (7%), Etiopía (6,8%) y Burkina Faso
(6,2%). ¿Cómo interpretar situaciones tan dispares? En 2050, la
población africana se duplicará y ya serán 2.000 millones de personas
que atender. ¿Tendrá África capacidad para alimentar a los 54 países que
la dibujan y al mismo tiempo a un planeta que le exige cada vez más
alimentos?
“¡Desde luego que África podría ser el granero del mundo!”, exclama Mercy Wambui, experta de Uneca (Comisión Económica para África de Naciones Unidas).
“Pero antes tienen que producirse una serie de cambios internos.
Comenzando por una gestión más eficaz de los recursos”. Sin embargo, el
terreno es sólido. “África posee el 60% de las tierras [la mayor
extensión del mundo] potencialmente cultivables del planeta”, incide
Aaron Flohrs, socio especialista en esta región de la consultora
McKinsey. De hecho, según el Anuario Estadístico de la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura),
un 79% de los campos que podrían cultivarse en el continente están sin
trabajar. Y la gestora de fondos de inversión Fidelity asegura que solo
se explota el 10% de los 400 millones de hectáreas de tierra cultivable
situadas entre Senegal y Sudáfrica. Suficiente, apunta Fidelity, no solo
para alimentarse ellos mismos sino para satisfacer la creciente demanda
mundial.
“El potencial es enorme, pero hace falta impulsarlo con políticas de
desarrollo sostenible”, reflexiona Mercy Wambui. Dicen los expertos que
para lograrlo hay que romper el ciclo de la agricultura de subsistencia
(el 85% de las explotaciones africanas ocupan menos de dos hectáreas),
invertir en infraestructuras que apoyen el crecimiento del sector
(carreteras, puentes, embalses) y alcanzar economías de escala. Pero
estas son ideas que parecen sacadas de un manual de economía, la vida en
África impone sus propias enseñanzas.
África genera al año 700 millones de toneladas de productos
agrícolas, que le reportan 313.000 millones de dólares (230 millones de
euros), según el Banco Mundial. O sea, la agricultura explica el 15% de
su riqueza. Sin embargo, la exportación de alimentos básicos cayó del
3,8% en 2003 al 3,5% en 2012. Así lo revela la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, en sus siglas inglesas).
África alberga más de la mitad de la tierra cultivable del planeta
Sudáfrica,
uno de los países africanos con mayor desarrollo agrario, es un
importador neto de comida. ¿Cómo es posible? Thabo Ncalo y Humphrey
Gathungu, responsables de la gestora de fondos Stanlib Africa Equity
Fund Managers, aportan varias pistas. “Muchas explotaciones aún dependen
de la lluvia y carecen de sistemas de irrigación propios. Además, la
producción aumentaría drásticamente si utilizaran fertilizantes y
mejores técnicas de labranza”, aseguran. Pero no todo es una cuestión de
rendimiento sino también de ahorro. Las pérdidas que se producen al
finalizar la cosecha se han convertido en un mal endémico. Solo en el
cereal oscilan entre el 15% y el 20% de todo lo recogido. Es una merma
que cuenta. “Una reducción del 1% en ese tipo de pérdidas puede
transformarse en una ganancia al año de hasta 40 millones de dólares (30
millones de euros)”, calculan los analistas Ncalo y Gathungu.
La FAO lleva tiempo avisando de que en el mundo se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos al año.
Un tercio del total. Es más, la organización advierte de que en 2050 el
planeta necesitará 71 millones de hectáreas de cultivos adicionales
para alimentarse. África y su granero tendrán entonces que entrar en
escena urgidos por la necesidad. ¿Podrán responder al desafío?
El sector agrícola africano crece a una tasa limitada de entre el 2% y
el 5% anual. Parte desde niveles bajos y todavía tiene un fuerte
potencial de mejora. Y tierra donde hacerlo no le falta. “Mozambique,
Nigeria y Zambia comparten las mayores extensiones de campos
infrautilizados del continente”, desgranan en Fidelity.
Las posibilidades se extienden a los territorios del sur, centro y
este. Naciones como la República Democrática del Congo cuentan con un
vasto granero (el 52% de todas las tierras del país son cultivables) sin
utilizar debido a las guerras civiles y los conflictos sociales. Y esto
nos lleva a otra consideración. Las estrategias agrícolas, para que
tengan éxito, deben estar respaldadas por buenas políticas de
gobernanza, y aquí el continente falla. También flaquea en la gestión
del agua, que según los expertos del banco Citigroup “es el verdadero
desafío en el África subsahariana”,
donde solo un 4% de los cultivos están irrigados. Un reto que, por
ejemplo, exige realizar inversiones en infraestructuras para extender el
regadío.
Es una lectura del problema que encaja con la que el Banco Mundial plasmaba en el trabajo
Growing Africa: Unlocking the Potential of Agribusiness,
publicado en marzo pasado. Esta institución piensa que África podría
crear un mercado de alimentos en 2030 de un billón de dólares (736.500
millones de euros) si abriera sus puertas a la entrada masiva de
capitales, empresas y tecnología extranjera. Pero esta propuesta
encuentra la oposición de varias organizaciones no gubernamentales, ya
que esa idea, aseguran, transita justo en la dirección contraria. “¿A
quién beneficia este mercado si está controlado por especuladores
financieros de Londres, Nueva York o Pekín?”, se pregunta Henk Hobblink,
coordinador de la organización Grain. “Utilizar prioritariamente las
tierras agrícolas para exportar mientras haya personas que pasan hambre
en el continente es un crimen. Y echar a los campesinos de sus campos
para dárselos a inversores foráneos para que produzcan más es, además,
un error”.
Esta última frase de Henk Hobblink traslada el texto al fenómeno del
acaparamiento de grandes extensiones de tierras (y agua) en África. La ONG Grain
denuncia que unos 60 millones de hectáreas del continente (algo más del
tamaño de España) han sido puestas en manos de extranjeros para su
explotación, dejando fuera a las poblaciones rurales que
tradicionalmente las habían trabajado como medio de subsistencia. Es muy
recomendable para entender la magnitud del problema echar un vistazo al
detalle de las mismas en landmatrix.org, el único portal del mundo que
compila las transacciones. Hay 819 recogidas en todo el planeta. Nada
menos que 383 corresponden a África. Un 46% del total. España solo
aparece en una operación, de 15.000 hectáreas, en el territorio de
Mozambique.
“El acaparamiento de tierras y las inversiones extranjeras para
convertir África en el granero del mundo no son nada nuevo. Es un
disfraz de neocolonizadores de corbata a caballo del libremercado:
cultiven azúcar, cacao, café, caucho —decían entonces— y saldrán de la
miseria. Cultiven soja, palma africana o cualquier cosa que necesite la
agroindustria o nuestros automóviles —dicen ahora— y verán cómo les
llueve el progreso. Mentiras criminales”, afirma, rotundo, Gustavo Duch,
coordinador de la publicación Soberanía alimentaria.
Sin duda África necesita inversión en sus campos, pero con un modelo
que incluya a sus agricultores, no que los excluya. Los consultores de
Mckensey calculan que en el África subsahariana son necesarios 38.000
millones de euros al año para que el sistema agrícola funcione mejor. A
pesar de todo, hay optimismo. “Ha llegado la hora de que la agricultura
africana sea un catalizador del fin de la pobreza”, observa Makhtar
Diop, vicepresidente del Banco Mundial para la región africana.
Esta institución cree que África podría ser uno de los principales
exportadores del mundo de azúcar, maíz, soja, arroz y biodiésel y tener
el mismo éxito que en su día tuvo América Latina o el sudeste asiático.
También da su lista para el África subsahariana: aceites vegetales,
grano para el ganado, horticultura, aves de corral y arroz. ¿Pero tiene
capacidad de exportar quien aún no es capaz de alimentar a toda su
población? La región es uno de los mayores consumidores e importadores
del planeta de un grano tan básico como es el arroz. La mitad de lo que
consume viene de fuera y los africanos pagan un precio muy alto por
ello, unos 3.500 millones de dólares al año (2.578 millones de euros).
África ha hecho un esfuerzo produciendo un 5% más (26,6 millones de
toneladas en 2012) frente a 2011. Sin embargo, no es suficiente. También
habrá 25 millones de hectáreas adicionales de maíz en 2013. Pero
tampoco parece bastante. En Zambia este cereal proporciona ya la mitad
de las calorías de la dieta de sus habitantes. Consumen 133 kilos de
cereales cada año. Su dependencia es enorme. ¿Qué hacer? ¿Recurrir a
cultivos genéticamente modificados y su propuesta de agricultura
intensiva?
Carlos Vicente Alberto es responsable de Sostenibilidad en Europa y
Oriente Próximo de Monsanto, el principal fabricante de semillas
genéticamente alteradas del planeta y, también, una de las empresas con
peor imagen del mundo. Él lo tiene claro: “Los cultivos modificados
genéticamente pueden contribuir a incorporar tecnologías agrícolas más
eficientes en el uso de los recursos (suelo, agua, energía). Es decir,
más productivas y sostenibles”. Una visión rechazada de plano por los
grupos ecologistas. Pero no solo por ellos. Antonio Hernández, socio de
Internacionalización de KPMG, descarta algunas de esas ideas. “La
agricultura intensiva a gran escala tiende a ser intensiva también en
capital y no crea puestos de trabajo. A la vez desplaza a las personas.
¿Consecuencia? Pierden su empleo en la agricultura de subsistencia”,
avisa. Sin que necesariamente obtengan un puesto de trabajo alternativo
en la explotación agrícola intensiva.
Pocos dudan, como sostiene Mercy Wambui, de que “África necesita un
milagro para impulsar su productividad agraria y equipararla al
incremento de la población, pero hasta ahora no hay consenso en que el
uso de las semillas biológicas sea la solución”.
Los cultivos modificados genéticamente ponen sobre la mesa la
fragilidad de la agricultura en la región. Pese a todo, muchos
economistas ven en el continente, y por ende en su potencial agrario, el
último gran mercado del planeta. Además, cuenta con “la clase de
consumidores que crece más rápido en todo el mundo”, sostiene Michael
Lalor, director del Centro de Negocios de África en Johannesburgo de la
auditora Ernst & Young. La aseveración lleva a una de las cuestiones
más debatidas de África. ¿Está surgiendo una clase media real, en parte
como respuesta a ese boom del consumo?
En abril del año 2011, el Banco Africano de Desarrollo publicó un controvertido trabajo (
La Mitad de la pirámide: Dinámica de la clase media en África)
donde definía a esa clase media africana como aquellos que tenían un
consumo per cápita diario de entre dos y 20 dólares (1,5-14 euros). Con
estos parámetros, les salían 313 millones de africanos. Claro que tuvo
que admitir que el 60% de su recién descubierta clase gastaba entre dos y
cuatro dólares al día (1,5-3 euros). Una “clase flotante”, dijo
entonces, que se desplaza por encima del límite de la pobreza (menos de
dos dólares diarios).
Por su parte, el Banco Mundial, al igual que algunas de las grandes
consultoras del mundo, como Deloitte o McKinsey, admiten la existencia
de esta clase media estimándola entre 200 y 300 millones de personas.
Otros organismos, como la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos,
el club de los países más ricos del mundo), rebajan el entusiasmo a los
32 millones de personas. Aunque hay miradas más escépticas. El
economista jefe para África del banco Citigroup, David Cowan, asegura
que “no existe una clase media africana como tal. Hay una élite
emergente y un grupo muy fuerte de consumidores, que está creciendo sin
pausa”.
Sea cual sea la estimación más correcta, lo que parece innegable es
que la emergencia de esta clase media tiene una repercusión directa
sobre la agricultura. “Con mayores ingresos”, observa Sebastian
Kahlfeld, gestor del fondo de inversión DWS Invest Africa, perteneciente
a la entidad financiera Deutsche Bank, “la demanda de alimentos de más
calidad crecerá de forma proporcional. De hecho, un mayor consumo de
proteínas, primero con carne blanca y después roja, necesita más
producción de piensos para la cría del ganado. Esto aumenta la presión
dirigida a mejorar las condiciones de cultivo y de la agricultura en
general”. ¿Será suficiente para llenar el granero de África y del mundo?
En pocos años lo sabremos.
Datos
- El continente africano alberga el 60% de la tierra cultivable de todo el planeta.
- El 85% de las explotaciones de África ocupan menos de dos hectáreas.
- El 79% de los campos que podrían cultivarse en África están sin trabajar.
- Solo se explota el 10% de los 400 millones de hectáreas de tierra productiva entre Senegal y Sudáfrica.
- El sector agrícola crece a una tasa de entre el 2% y el 5% anual.
- Unos 60 millones de hectáreas cultivables del continente están en manos de extranjeros.
- Solo un 4% de los campos de cultivo están irrigados, lo que reduce
el rendimiento. La producción también mejoraría con fertilizantes y
mejores técnicas de labranza.
Cultivo de papas en Africa