Las pequeñas islas estado del océano Pacífico baten todos los récords de problemas de peso entre la población, con unos porcentajes que se mueven en torno al 78% y el 94% de habitantes con un índice de masa corporal (IMC) superior a 25. Es decir, tienen sobrepeso (de 25 a 30) u obesidad (por encima de 30).
El pequeño Estado de Nauru encabeza la lista mundial de países con obesidad o sobrepeso. Su isla se sitúa en el océano Pacífico, al noreste de Australia. La población ronda, en la actualidad, los 14.000 habitantes.
Resulta irónico que Nauru, la isla estado más pequeña de todo el mundo, sea ampliamente conocida por el gran peso de sus habitantes. Hablar de este país es hablar de un gran problema de salud pública de enormes dimensiones: 9 de cada 10 habitantes tiene sobrepeso u obesidad. De media, los hombres adultos ingieren 7.500 kcal. diarias y las mujeres adultas 5.000 kcal. Como consecuencia de lo anterior: Alrededor del 30% de la población de Nauru sufre diabetes tipo II y otro tanto de hipertensión y arteriosclerosis. Las muertes asociadas a la obesidad (de causa cardiovascular principalmente) son la norma, con unas cifras de infartos cardíacos increíblemente elevadas. Los estragos que el sobrepeso y la obesidad causan en la población provocan que la esperanza de vida sea de 58 años en los hombres y de 65 en las mujeres.
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Habitantes de Nauru en 1896
¿Qué ha llevado a los habitantes de Nauru a ser lo más obesos del planeta?
La situación de Nauru ha sido extensamente estudiada por numerosos investigadores y, aún hoy, sigue siendo centro de atención en el estudio de la obesidad. Se trata del ejemplo más paradigmático de la enorme influencia que puede tener la sociedad (predominantemente los hábitos alimenticios) en las cifras de obesidad de una población pero también de la vulnerabilidad de ciertos grupos humanos frente a este problema.
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Habitantes de Nauru en 2002.
Durante decenas de miles de años (en torno a 40.000) los habitantes de la isla de Nauru estuvieron aislados del mundo, apañándoselas como podían para llevarse algo a la boca. No habían desarrollado la agricultura, por lo que su alimentación consistía en lo que podían pescar, cazar y recolectar de la isla. Así pues, su alimentación era rica en carbohidratos complejos y fibra, y escasa en grasas y proteínas. De cuando en cuando, la isla se veía azotada por los ciclones, lo que ocasionaba épocas de hambruna entre la población.
Debido a la dificultad para acceder a la comida y estos frecuentes periodos de hambruna, se debió potenciar la capacidad de los nauruanos para sobrevivir en estas condiciones. Es decir, en época de abundancia, cuando podían comer más de lo que necesitaban, acumulaban el exceso de calorías en forma de grasa con facilidad, para resistir posteriormente a las constantes hambrunas. Aquellos que no desarrollaron estos mecanismos murieron como consecuencia de las presiones de la selección natural. Dicho de otra manera: Se potenció el genotipo ahorrador (una mayor facilidad para acumular grasa, algo de lo que estuvimos hablando hace un tiempo) entre los habitantes de la isla (también en otras muchas islas del Pacífico), como un mecanismo de supervivencia.
Esa adaptación, que durante miles de años les vino de perlas a los nauruanos, dejó de ser tan ventajosa cuando empezaron a tomar contacto con la sociedad occidental en el siglo XX y, principalmente, con su dieta. De la variada y escasa dieta de la isla que mencionábamos antes, pasaron a tener una dieta abundante en grasas y azúcares simples y pobre en fibra. Adaptados a vivir con escasez de alimentos y con ejercicio físico frecuente, los nauruanos se enfrentan hoy a la comida en abundancia y un nulo ejercicio físico. Si, anteriormente, la facilidad para acumular grasa era una cuestión de supervivencia, hoy en día es una cuestión de enfermedad.
Se junta, además, que el 90% de la isla está cubierta de depósitos de fosfato, que dificultan la implantación de la agricultura. En su lugar, obtienen la mayor parte de la comida a través de la importación de alimentos procedentes de Australia y Nueva Zelanda. La mayoría de estos alimentos importados son carnes y dulces ricos en grasas y azúcares simples. De hecho, el "Spam" o carne enlatada es uno de los "manjares" más populares en la isla, mientras que sólo un 3% de los habitantes de Nauru come fruta o verduras con frecuencia.
Pero no sólo la occidentalización bestial de la población de Nauru ha sido la desencadenante de los problemas. Entre los habitantes de las islas del pacífico existe todavía la percepción generalizada de que un exceso de peso es signo de riqueza y poder. Lo que motiva muy poco o nada a sus habitantes para que intenten frenar la ganancia excesiva de peso. Y es que los habitantes de Nauru no estaban preparados, de ninguna manera, para la invasión alimenticia de occidente.
Nauru en sus buenos días (desde 1970 hasta casi los 90) gozó de ingresos por persona que hicieron a sus habitantes más ricos que los ricos de cualquier país industrializado. Pero, por lo visto a través de generaciones el nauruano fue desarrollando genes de predisposición a la diabetes los que se activaron por su forma de vivir, la abundancia de alimentos ricos en calorías, la falta absoluta de ejercicio físico, y la indolencia innata en aumento desde las generaciones de la posguerra.
La distribución de los enormes ingresos de su minigobierno, gracias a sus fosfatos, fue comparativamente casi igualitaria, cosa que tampoco se da en ninguna parte del mundo. Con tal renta per capita y sin tener que trabajar, la mayoría de los ciudadanos de Nauru, han desarrollado una tendencia a la obesidad, al ‘ dolce far niente’ y buen vivir. Han sido y son pobres sin embargo en esperanza de vida que en la isla se cifra en 50 años para los hombres y 55 para las mujeres, aunque las cifras oficiales son siempre inexactas al respecto.
Todo eso según el periodista francés Jean Ferrara que vivió con ellos antes de la crisis y el profesor Jared M. Diamond, de la Facultad de medicina de la Universidad de California, quien los estudió sólo como etnólogo en esas mismas fechas y luego escribió sobre ellos y su diabetes, lo cual permitió seguir casi paso a paso los avatares médicos en la época de oro.
Nauru fue una gigantesca mina, durante tres cuartos de siglo. La explotación intensiva de fosfatos en la república más pequeña del Pacífico comenzó en serio en 1906 después que los australianos descubrieran su utilidad como fertilizante. Ciertamente fue sobrexplotada hasta que la mina se agotó.
Mide 21 kilómetros cuadrados en forma ovalada, 6 km de largo y 4, 5 de ancho. Está situada al norte de Australia y a 42 kilómetros al sur del ecuador.
Sus habitantes de origen polinesio fueron ‘ descubiertos’ en 1798, por John Fearn, inglés, y debió de ser un puerto de pescadores o el relé de balleneros norteamericanos, comandados por el capitán Fearn. Los pescadores fueron bien recibidos por la población originaria por lo que la bautizaron como ‘ Pleasant Island’ (Isla Placentera), nombre con el que era conocida cuando llegó allí un barco de la marina de guerra del II Reich que naturalmense se la anexionó en 1888.
La importancia de la riqueza natural de Nauru, la descubrió por casualidad en 1900, el australiano Albert Ellis, a quien un trotamundos amigo regaló unas rocas de la isla, simplemente ‘ para los niños’ . Ellis la tuvo sobre el escritorio un tiempo y nadie sabe cómo, la mandó a analizar y descubrió su riqueza en fosfatos, cuyas bondades para la agricultura eran ya conocidas desde 1882.
En 1906 se formó un consorcio anglo-alemán, la ‘ Pacific Phospharte Company’, que explotó viento en popa las riquezas minerales de Nauru hasta 1918, fecha en que comenzó la primera guerra mundial, la Guerra Europea (1914-1918). Los alemanes perdieron la guerra y su parte en la compañía al ocupar la isla los australianos. Después de la derrota del II Reich alemán, la Sociedad de Naciones adjudicó la isla a los australianos, como ‘ fideicomiso’, el cual conllevaba la explotación de sus riquezas.
La isla pasó en 1920 a un régimen de mandato de la Sociedad de Naciones, ‘ administrada por Australia, Gran Bretaña y Nueva Zelanda’ . Todo quedaba en casa, pues todos formaban parte del Imperio Británico.
Después de la derrota norteamericana ante la flota japonesa en Pearl Harbour (7 de diciembre 1941), los ejércitos imperiales del emperador Hiro-Hito se desplegaron por todas las islas e islotes del Pacífico. La toma de otras islas adyacentes y, más al sur la de Guadalcanal fue el factor por el que los habitantes de Nauru confiaron en que el poderoso XVI ejército japonés no se fijaría en ellos que en realidad eran no beligerantes.
Pero su relativa proximidad a Australia y más al sur del paralelo 20º a Nueva Caledonia hizo que los japoneses quisieran tener las espaldas cubiertas y tomaron Nauru sin resistencia. Más de la mitad de los nauruanos fueron deportados al campo de concentración de Truk, en el Guadalcanal ocupado. Después de tres años de sufrimientos volvieron con vida a Nauru a principios de 1945 sólo un centenar de sobrevivientes.
Australia recuperó la isla y naturalmente los fosfatos que se dedicó a explotar por medio de la ‘ British Phosphate Commissioners’, multinacional anglo-australiana-neozelandesa.
Los nauruanos no se adaptaban bien a los ‘ comisionados británicos’ y al trabajo minero. Siempre habían andado en sus canoas, remando en el mar y aquello no les iba. En consecuencia pidieron ser sustituidos por ‘ trabajadores inmigrantes’, en su mayoría de origen chino y polinesio de las vecinas islas de Tuvalu y Kiribati. La inmigración era bien recibida tanto que la pequeña Nauru era -siempre en proporción a sus 10.000 nativos polinesios- un enjambre de australianos, neozelandeses, europeos (llegaron como 500 o 600). Todos los inmigrantes vivían y trabajaban en los fosfatos y en una pequeña mina de hierro.
Los nauruanos habían pedido cien veces la autonomía a Australia. Y hasta que formaron el Consejo Legislativo de Nauru ni se les escuchó. Pero su insistencia forzó a Australia a concederles la independencia el 31 de enero de 1968. Australia quería quedarse con un hipotético ministerio de defensa y otro de relaciones exteriores y el ingreso de la nueva república en las Naciones Unidas. Los nauruanos dijeron que no: ‘ no tenemos enemigos, ni relaciones exteriores, ni armas, ni ejército’ .
En consecuencia -ya independientes- los habitantes más cultos de la isla se dedicaron a negociar los contratos con los grandes compradores internacionales de fosfatos y disolvieron las multinacionales fundando la ‘ Nauru Phosphate Corporation’ . Los ‘ profesionales’ que se dedican a los negocios, percibían un sueldo. Los demás, vivían sin hacer nada. Todos eran millonarios.
Desde 1840 los arqueólogos habían descubierto que la isla era en realidad el producto de la descomposición a través de los siglos de microorganismos marinos coralinos y la acumulación de las heces de las aves, excelente abono, lo demás ya lo hemos contado. En los primeros años del siglo, la experiencia de los científicos australianos, demostró que el aporte de Nauru en fosfatos en los primeros tiempos del siglo había aumentado considerablemente sus cosechas de cereales y mientras durara el fosfato, Nauru continuaba siendo un gran proveedor. Era vital. Y ellos generosos.
La explotación por parte de las multinacionales australianas de fosfatos que como hemos dicho empezaron ingleses y alemanes en 1906 tenía vigencia hasta 2020.
Nadie sabía que los depósitos de fosfatos iban a comenzar a fallar en 1980 y se declararon oficialmente agotados en agosto 1982. Los ‘ profesionales’ locales tuvieron sólo ciertas obligaciones en la negociación con los clientes. Por la explotación, Australia pagó al gobierno de Nauru, desde 1969, 900 millones de dólares anuales que repartidos entre 10.000 habitantes, tocaba a... hasta la expiración del acuerdo.
Los habitantes de Nauru habrán muerto en su casi totalidad para el 2020 y las generaciones siguientes ni pensaban en lo que pasaría después. La isla sería entonces una larga franja de playas de arena muy blanca bordeada de palmeras, con un azul intensa de mar, pero sin infraestructuras, ni fuentes de riquezas alternativas. Muy bella para verla en tarjeta postal.
En principio, los que acceden a la ‘ independencia’ en esos países cometerán los mismos errores que la ‘ Nauru Corporation’ al principio. Al verse tan opulenta invirtió en los años 70 en proyectos descabellados de desarrollo de la isla, así es que después los 900 millones de dólares decidió gastarlos más o menos en ‘ vivir’ . La explotación de las minas de fosfato a cargo de los trabajadores inmigrantes que hemos citado fue mejor que la explotación criolla, por circunstancias diversas.
Los nauruanos ricos pero inactivos seguían en los años de oro su vida de nuevos ricos. Los que iban naciendo eran ya víctimas de los genes de predisposición a la diabetes. Hay un médico por cada 700 habitantes y están bien cuidados. Pero en esos días prósperos no se pensó en crear un hospital-de acuerdo al tamaño de la isla-o un centro de investigaciones sobre la diabetes y problemas afines.
En el caso de que sean en general menores de 18 ó 20 años, pertenecen al tipo 1 (A) que aparece antes de esa edad. Son insulina-dependientes y se debe a un déficit en insulina, provocado por una destrucción de más del 80% de las células del páncreas... El profesor Diamond describía esas visitas en su tesis y el celo con que los doctores lo decían a la familia con todo detalle. Así como la prescripción de su puño y letra y el tratamiento consistente en una inyección de insulina tres veces al día, durante tiempo indefinido (o sea toda su vida). Como esos episodios los conocían todas las familias, no había nada más que decir. Consulta médica en perfecto inglés que hablan los nauruanos, aparte de su idioma el naurú.
En cuanto a los diabéticos no-insulina-dependientes, iban por lo general -a esas consultas -lo explica el profesor- también acompañados por su esposo o esposa, madre o algún primo o prima. Por lo general gente de 40 años ó más. Por supuesto eran del tipo 2 (B). Eran muy bien tratados para disipar sus preocupaciones dados sus antecedes médicos familiares. Iban al médico porque la diabetes les había producido algún mal inesperado, a nivel de órganos, tejidos, etc... y ya hemos dicho el celo de los médicos australianos y neozelandeses. Y no vamos a repetirlo, recomendando el libro del Profesor Diamond.
Las multinacionales no parecieron preocuparse del problema médico, cuando éste se detectó en 1948. O de hacer algo global e importante para Nauru. Los que contratan fosfatos, pagan religiosamente su precio y luego dejan que las autoridades del Consorcio Nauruano haga lo que quiera con el dinero. El Consorcio lo distribuye también religiosamente a sus conciudadanos.
La inactividad de ellos y ellas les produce una tendencia a la obesidad y a la indolencia. Ya por naturaleza, los polinesios lo son casi desde su nacimiento. Publicamos una fotografía muy vieja que por si sola explica esa tendencia a la obesidad.
Pero aunque el profesor lo discutió con los más doctos de la isla no consiguió sacarles de su modus vivendi.
Por otra parte, el profesor Diamond dice que antes de descubrir los fosfatos, las sequías y las malas cosechas tuvieron que llevar una vida muy dura simplemente para no pasar hambre. Él, explica algo que hoy se sabe de sobra pero no se cumple y para nosotros eso es otra moraleja porque en occidente en que la gente tiene que trabajar, la obesidad y la diabetes matan a un porcentaje muy alto de la población por falta de ejercicio y de una dieta adecuada.
Otros pueblos como los indios americanos, polinesios de otras islas, habitantes de Taiwan y de Hong Kong, que fueron colonizados y accedieron a una cierta autonomía, apenas conocen hoy la diabetes porque están ahora demasiado ocupados. Pero cuando dependían de una gran potencia que los explotaba en cuanto a las libertades humanas y civiles pero los chantajeaba con dádivas políticas para detentar el poder, tenían mayor tendencia a esa enfermedad.
La diabetes según el profesor norteamericano se ha extendido en Nauru como una epidemia infecciosa. Diamond los ha estudiado a fondo y dice que la enfermedad no ha afectado tanto a los que no tenían predisposición familiar a ese mal y es curioso que a los dotados de una buena resistencia inmunológica eso no les haya servido de nada.
A los australianos sólo les preocupaba hasta los 80 que tres cuartas partes de la isla estuvieran sobreexplotadas y les quedaran sólo para 30-40 años como máximo y es curioso que la isla de Nauru lo mismo que la isla de Nueva Caledonia rica en zinc y única en el mundo sufran la misma suerte.
Nauru pasó de ser una comunidad rica en reservas naturales de fosfato a posteriormente convertirse en paraíso fiscal, lugar ideal para lavar dinero.
La opulencia y el derroche marcaron la debacle del que llegó a ser considerado un ejemplo de desarrollo económico para las naciones de la región.
En las clases de economía y de derecho internacional se habla a veces de Nauru como un ejemplo de lo que no debe hacerse, o de cómo la civilización capitalista ha destrozado en pocas décadas a la que fue su tierra prometida. "Cuando en la década de los 70 Herbert McLuhan definía al mundo como una 'aldea global' Nauru podía ser esta aldea", explica Luc Folliet, periodista y autor del libro Nauru. La isla devastada.
En 30 años la isla ha pasado de vivir su época dorada, pagada por el enorme yacimiento de fosfato (un bien material que los nativos descubrieron a principios del siglo XIX), a estar en bancarrota y prácticamente aislada del mundo.
Su tierra, antes plagada de vegetación exótica, no es ahora más que montañas de roca fruto de excavaciones mineras que enriquecieron a sus habitantes a la vez que destruían la cultura nativa y criaban una generación de población que muere ahora por diabetes; la isla tiene, con una cantidad de población adulta obesa del 94, 5 por ciento, el mayor porcentaje de obesidad mundial por encima de México y Estados Unidos.
El primer presidente de la República de Nauru, Hammer DeRoburt, creó el término 'Naurutopia' cuando el país alcanzó la independencia en 1968 y se hizo con el control del fosfato.
Bajo el nuevo mandato, las excavaciones aumentaron de intensidad. En pocos años, la tierra se convirtió en el paraíso para sus ciudadanos diabetes aparte, aunque estaba asegurado el traslado a Sidney en caso de que el paciente lo necesitara, con toda su familia y los gastos pagados.
La opulencia: las vacas gordas
En esos días de sobreexplotación hay cosas que son hasta pintorescas. Así Hammer DeRoburt decidió por ejemplo que la electricidad también fuera gratuita y que el Gobierno pagaba incluso a empleadas domésticas. Los locales invertían su tiempo en su pasatiempo favorito: dar vueltas alrededor de la isla con sus modernos coches (un paseo de una media hora que repetían sin cesar), ver en la televisión los partidos de fútbol australianos y comer en restaurantes chinos que les acercaban la comida a sus coches en bandeja para que no tuvieran que molestarse en ir hasta la barra.
Eso fue la 'Naurutopia': una tierra perdida donde todo el mundo era feliz y disfrutaba de la vida. Un mito que vivió en 1979 uno de los mayores reconocimientos de su historia cuando la reina Isabel II atracó el Queen Mary en el puerto de la isla y la propuso en su discurso como ejemplo de prosperidad para los países del Pacífico. Pero este sistema no podía durar eternamente.
Con una población empobrecida y enferma, criada en la época de bonanza y que ahora tiene que aprender a hacerlo todo de nuevo, el futuro de Nauru es incierto.
En cuanto a la riqueza, pasa por volver a recuperar tierra fértil que cubra la ruina de rocas y por un proyecto ambicioso, el secondary mining que basa la recuperación en la explotación del fosfato que todavía permanece en el suelo.
"Es un proyecto arriesgado porque la política sigue siendo demasiado inestable", dice Folliet que teme esta "segunda prueba" en la que Nauru debe demostrar que ha aprendido de los errores del pasado. "No pueden volver a fallar".